Sueños

Decidí continuar con una buena costumbre que había dejado en el pasado y que me he determinado retomar. Los miércoles, película de autor, a ser posible, de las de toda la vida. Así pues, aquí voy con el título de la semana pasada: Sueños, de Ingar Bergman (1955).

Bergman es uno de los huecos más importantes en mi cultura cinematográfica. Y no es por su culpa. Todas las películas que he visto suyas han dejado en mí buenísimas impresiones: El séptimo sello (1957), Fresas salvajes (1957), El manantial de la doncella (1960), Fanny y Alexander (1982) y Saraband (2003) son todas las que he visto: todas ellas me han parecido sublimes, inigualables. Precisamente por ello, trato de espaciar las películas de Bergmann (como suelo acostumbrar hacer con todos los directores que me gustan): así disfruto más, como si cada uno de sus trabajos fuera un auténtico manjar, degustándolo y deglutiéndolo con lentitud, disfrutando cada momento… pero voy a tener que ir acelerando un poco, que uno ya va teniendo sus añitos.

Al terminar de ver Sueños quedé un tanto sorprendido… Su visionado no había dejado ningún ninguna impronta en mí, lo que me dejó algo decepcionado. Los temas que trata son verdaderamente sencillos: la historia de dos mujeres, una joven y otra madura, que viven en sus respectivos mundos, y que aparentemente no tienen nada que ver. Una trama sencilla, una exposición de los hechos realmente simple… Casi podría decir que acababa de ver una película de género….

Hasta el día siguiente, claro: sin un motivo específico, en el descanso de un día de trabajo cualquiera, la película comenzó de nuevo a rondar en mi cabeza, rodeándola como si de niebla se tratase. Sueños, ese era el título del film. Pero, ¿qué quería contar Bergman? ¿Por qué Marianne, la hija del cónsul, es vista por su madre, internada en un hospital con cabeza de lobo? Tras algunas vueltas, empecé a pensar que el director quiere establecer un paralelismo entre lo que acontece a ambas mujeres, a pesar de sus evidentes diferencias de edad, de clase y educación…

No le auguro un buen futuro a la relación entre Doris, la modelo y su novio Palle, a pesar de haber superado el incidente: parece claro que éste tratará de arrebatarla su independencia en un futuro no muy lejano. No parece que sea el caso de la fotógrafa Suzanne. Sin embargo, los sueños de ambos parecen terminar abruptamente con un acto de suma cobardía por parte de los personajes masculinos de la serie, que dejan una imagen miserable después de los claros discursos de Marianne y la mujer de Henrik (a pesar de que éste en un principio, éste había finalizado su relación con Suzanne). El discurso de la mujer es particularmente duro con los dos amantes. ¿Feroz sería una palabra más adecuada?

Un lazo invisible une ambas historias, y ese lazo es el que me hace que la película empiece a crecer y dar vueltas dentro de mi cabeza. Bergman lo ha vuelto a hacer. ¡Bravo! A estas alturas de mi vida, no muchos directores podrán presumir de lo mismo.

«Nada» y «El encargado»

Gracias a Retrologando, el canal de YouTube de Adelardo Méndez, he dedicado las navidades a ver estas dos series, las dos de mis admirados Mariano Cohn y Gastón Duprat.

Y es que, imbuido por ese hastío vital que vengo padeciendo últimamente, uno ya no tenía fuerzas ni para seguir la actividad de determinados personajes que siguen siendo un referente de las mejores que cosas que se hacen hoy en día, ya sea en cine, música, literatura o cualquier otra actividad.

Este es el caso de esta pareja de directores de cine argentinos que desde hace ya bastantes años siguen siendo generando obras maravillosas, una detrás de otra. Personalmente, mi primer contacto con su obra fue a través de una exposición que se presentó en CaixaForum acerca de Le Corbusier en 2014. En la tienda vendían un DVD titulado La casa de al lado. La acción de esta película acontece en la casa Curuchet, una bloque de viviendas diseñada por el arquitecto suizo. Yo no tenía ninguna referencia ni de la película, ni de sus directores, ni de nada. Simplemente, compré el DVD para poder ver el edificio, ya que la película era del 2009: ya tenía unos añitos.

¡Cuál sería mi sorpresa al encontrarme con una película que me pareción magnífica!. Unos actores maravillosos totalmente desconocidos para mí (Rafael Spregelburd y, especialmente, Daniel Araoz), un guión muy inteligente y una puesta en escena y una dirección sorprendente.

Les seguí la pista, y en 2016 estuve atento a El ciudadano ilustre. Y ya no pude parar. El elenco de actores magníficos continúa creciendo (Oscar Martínez o Manuel Vicente son algunos ejemplos). Ya hablé de estas dos películas en mi antiguo blog, así que como podéis imaginar, aún dentro en este intervalo de silencio en mis blogs, continúe siguiendo la pista de estos directores.

Después vino la extraordinaria Mi obra maestra (2018) protagonizada por los igualmente extraordinarios Guillermo Francella y Luis Brandoni. A Francella ya le conocía de El secreto de sus ojos, por lo que no me extrañó su brillante actuación. De nuevo, otra película maravillosa.

Tres de tres. Espectacular. Claro, no todo iba a salir bien. Y aquí me extiendo un poco más: desde esa época, yo tengo mi conjunto de directores favoritos en activo, los que creo que están a un nivel muy superior al resto: además de Quentin Tarantino y Aki Kaurismaki, había sumado a Bong-Jong Hoo (lo empecé a seguir con The Host) y decidí que era hora de incluir a más gente: en particular, el iraní Asghar Farhadi y a Cohn y Duprat).

Desafortunadamente, parece que al matrimonio Cruz/Bardem también les había echado el ojo. Tando Farhadi como la pareja de directores argentinos se vieron envueltos en sendos proyectos relacionados con nuestro país y que, en ambos casos, rechinan como «obras de encargo» y desde mi punto de vista, suponen un punto negro en su expediente. Farhadi dirigió Todos lo saben (2018) con Penélope Cruz y Javier Bardem, y por si fuera poco, Ricardo Darín. Pues es la peor película de Farhadi. Cohn y Duprat hicieron lo propio con Competención Oficial (2021) protagonizada y producida por Penélope Cruz y Antonio Banderas. Ni la actuación de Oscar Martínez y la participación de Irene Escolar consiguen mantener el nivel exigido. Peor todavía: el guión -que es de Cohn y los hermanos Duprat– hiede a repetitivo y a poco esfuerzo.

Entiéndase que no son malas películas y que si no fuese por la trayectoria previa de sus directores podríamos decir que hasta destacan por encima de la media, pero es que estábamos diciendo que tratamos con los directores más relevantes a nivel mundial.

La prueba de que estamos ante filmes «de encargo» es que los nuevos proyectos encarados tanto por Asghar Farhadi como por Mariano Cohn y Gastón Duprat retornan al nivel excelente con sus trabajos posteriores. Farhadi dirige la excelente Un héroe en 2021 y la pareja argentina se ha centrado principalmente en la televisión, campo en el que también han estado siempre activos y han realizado no una, sino dos excelentes series d ecomedia a la altura de sus mejores trabajos.

La más antigua es El encargado (2022) y constó de dos temporadas. Guillermo Francella es su protagonista principal e ilumina toda la serie de principio a fin: interpreta el papel de Eliseo, el mezquino encargado de un edificio de clase alta que actúa a espaldas del consorcio que lo emplea, y su actuación es fantástica de principio a fin. Pero la serie no sólo es él: también resultan muy contundentes otros personajes del edificio, como el del doctor Matías Zambrano (Gabriel Goity) o la entrañable Beba (Pochi Ducasse, a quién ya conocía de Un cuento chino o Nueve reinas).

La segunda, Nada, es más corta, son sólo cinco capítulos de apenas algo más de media hora. Luis Brandoni interpreta de manera sobresaliente a Manuel Tamayo, un crítico grastronómico tremendamente egocéntrico que debe afrontar una situación que no sabrá manejar. No quiero añadir mucho más, porque es preferible llegar a este tipo de obras con la menor información posible. A destacar también la presencia de Robert de Niro, y el debut de Majo Cabrera en el papel de Antonia.

Es gracioso observar como Luis Brandoni tiene un pequeño papel en un episodio de El encargado y como, a su vez, Guillermo Francella también participa en un episodio de Nada. Un conjunto de actores secundarios rodean tanto estas dos series como las películas mencionadas.

A ver si le echo un vistazo a 4×4 (una película dirigida en 2019 por Mariano Cohn, producida por Gastón Duprat), que no he conseguido verla; y al documental Todo sobre el asado (2016): después de ver Nada, me ha despertado la curiosidad.

Así que ya sabéis. Si queréis disfrutar un buen rato, cualquiera de ellas lo conseguirá. ¡Os lo garantizo por la concha de lora!

Vuelta a la actividad

He decidido reactivar el blog. Nunca tuvo mucho continuidad, ni siquiera desde los tiempos de La mirada estrábica. Seguramente, por emprender proyectos demasiado ambiciosos, que me ocupaban más trabajo que el tiempo que les podía dedicar.

Sin embargo, se me hace necesaria. Aunque sea para recapacitar acerca de lo que voy haciendo a lo largo de los días. Así pues, haré mas artículos aunque sean más cortos.

¿Por dónde empezar? Pues seguramente señalando mis actividades, aunque sea brevemente. Así que allá voy de nuevo…

Antecedentes de los cómics del Oeste (IV): Texas Slim

Todavía estamos a finales de la segunda década del siglo XX. Vamos a dedicar este artículo a una serie que conjuga el estilo humorístico de los cómics de la época y la temática del western. Nos referimos a Texas Slim.

Su autor, Ferd Johnson, es conocido sobre todo por su participación en uno de las grandes series clásicas de todos los tiempos, Moon Mullins, creada por Frank Willard en 1923. Ferd comenzó como asistente de este último poco meses después del inicio de la serie, realizando los rótulos y los fondos. Poco a poco, fue incrementado gradualmente su participación en ella hasta involucrase en todo el proceso; pero no se encargaría totalmente de la serie hasta después de la súbita muerte de Willard en 1958.

Cuando ya llevaba un par de años trabajando como ayudante, al joven Ferd se le presentó la oportunidad de crear su propia serie dominical. Robert C. Hardey explica en su libro The Art of the Funnies (University Press of Mississipi, 1994) que Johnson adoptó una ingeniosa estrategia para conseguirla: como todos los jefes del Chicago Tribune pasaban por delante de su mesa para ir a jugar al deck tennis (una especie de tenis que se juega con una anilla grande) en un cancha que habían improvisado en un tejado frente a las ventanas donde estaban las mesas de los dibujantes. Parece ser que para llegar hasta la pista debían subirse a la mesa de Ferd, así que este se aseguró que cada vez que pasasen por allí estuviese visible una de sus caricaturas. Al cabo de algún tiempo, Joseph Medill Patterson, fundador del Chicago Tribune Syndicate, terminó por fijarse en ellas, por lo que le dijo al propio Johnson que creía que estaba capacitado para hacer una página dominical. Algún tiempo después, Patterson le llamó a su despacho solicitándole una serie de cowboys.

El propio Johnson bautizó a los personajes de la serie: Texas Slim es su joven protagonista principal, que trabaja como peón en un rancho. Su dueño es Dirty Dalton, un tipo no demasiado amable, con tendencia a meterse en negocios turbios. El caballo de Texas Slim, Loco, suele salir malparado en muchas de las situaciones. El género femenino está representado por Miss Jessie, rubia, muy delgada y con mucho más cerebro que sus compañeros masculinos. La lista de los personajes recurrentes se completa con el padre de Jessie, Mister Akers, su mujer, Calamity y Little Mexico.

Páginas de Texas Slim and Dirty Dalton (1943) extraídas de The Smithsonian Collection of Newspaper Comics

En esta encarnación, la publicación de Texas Slim duró solo hasta 1928. Fue revivido en 1932 como complemento de la comedia doméstica de Johnson, Lovey Dovey, aunque esta situación sólo se mantuvo durante unos pocos meses, debido a la ingente cantidad de tiempo que debía dedicar a su trabajo como asistente de Willard.

Texas Slim como complemento de Lovey Dovey. Esta imagen es un link directo a The Janet A. Ginsburg Chicago Tribune Collection, donde se pueden observar otros dos planchas de la misma época.

La serie sería resucitada de nuevo partir del 31 de marzo de 1940, esta vez con formato de media página dominical, con Dirty compartiendo el título. Texas Slim & Dirty Dalton presentaba de nuevo a los dos personajes, aunque Dirty se mostrará en un rol algo menos dominante que en las versiones anteriores. Fue en esta etapa cuando la serie alcanzó mayor popularidad; de hecho duró hasta 1958, cuando murió Willard y Johnson tuvo que responsabilizarse de continuar Moon Mullins.

Primera serie de planchas dominicales30/08/1925-12/02/1928
Top de la dominical Lovey Dovey 11/09/1932-25/09/1933
Segunda serie de planchas dominicales31/03/1940-??/??/1958
Ficha de publicación de la serie

Se tienen localizados bastantes originales de esta última etapa; por contra, las primeras páginas dominicales de la primera escasean mucho más.

Texas Slim no fue nunca adaptado al cine ni a la radio, ni siquiera obtuvo tira diaria, pero sí aparecieron reimpresiones de algunas de sus historietas en los número 4 y 9 de A-1 Comics, colección de comics publicada por Magazine Enterprises en mayo de 1946 y junio de 1947, respectivamente, en los que cada número se dedicada a una serie distinta. En este enlace se pueden leer estos números de forma completa (incluyendo algunas páginas protagonizadas por Little Mexico). Por aquí os dejo las portadas…

Portada del número 4 de A-1 Comics
Portada del número 9 de A-1 Comics

No existe ninguna traducción de Texas Slim al castellano, y tampoco ha vuelto a editarse con posterioridad en su idioma original.

Para finalizar, os dejo con una galería de páginas de Texas Slim que he ido encontrado en Internet.

Antecendentes de los cómics del Oeste (III): Little Growling Bird in Windego Land

Little Jimmy no fue la única serie que demostró simpatía por las culturas indígenas a comienzos del siglo XX. Arthur T. Crichton ya había publicado con anterioridad la serie Little Growling Bird in Windego Land en las páginas dominicales del periódico Philadelphia North American entre 1906 y 1907 bajo el seudónimo Crite. Según escribe William Grady en su artículo Western Comics (incluído en The Routledge Companion to Comics, New York, 2017) estas series comenzaron una tradición «que uniría niños nativos americanos con jóvenes colonos blancos, siguiendo sus aventuras al otro lado de la frontera» y que acabaría desembocando en el humor antiracista que caracterizaron a otras series posteriores.

Little Growling Bird in Windego Land consta de 59 planchas a color y sus historias versan sobre Growling Bird, un joven niño de la tribu Ojibwa, que encuentra a una jovencita blanca que se ha perdidido, Fanny «Yellow Hair».

Es difícil localizar planchas a color de esta serie. Aparte de un par de viñetas, yo sólo he podido encontrar un par de ellas en el blog de Alan Holtz. Os invito a que echéis un vistazo para veáis lo bonitas que son. Como todas ellas, contienen largas «aleluyas» o bloques de texto al pie de las viñetas

Aparte de eso, Coachwhip Publications se ha encargado de preparar un pdf con la reproducción de toda serie en blanco y negro, obtenida a partir del escaneo de las páginas ofrecida por los archivos de la Librería del Congreso de los Estados Unidos, ya que la serie es de dominio público. Además de en su web, el archivo se puede obtener aquí:

Antecendentes de los cómics del Oeste (II): Little Jimmy

El desarrollo de las series de aventuras de corte realista tardó bastantes años en desarrollarse en las tiras de los periódicos. En cierta medida, esto explica el porque el western no se desarrolló en este medio hasta bien comenzados los años treinta del siglo XX. Con anterioridad a esta época, sólo se puede hablar de antecedentes: aventuras de corte caricaturesco, típicamente desarrolladas en ranchos o en espacios abiertos, que pueden considerarse westerns en un sentido amplio, pero que no terminan de encuadrarse dentro del género.

Dentro de los cuadros elaborados por Javier Coma en su artículo Los western comics moribundos en sus propios pastos se mencionan cuatro series que se corresponden con esas características.

La primera de ellas es Little Jimmy, de James Swinnerton. La serie comenzó denominándose simplemente Jimmy desde que comenzó a publicarse en el New York Herald el 14 de febrero de 1904 hasta el 14 de abril de 1918, momento en el que cambiará su nombre al definitivo Little Jimmy.

«Little Jimmy, a pesar de su niño protagonista con exageradamente pequeña estatura en relación a su entorno humano adulto, tan sólo debe considerarse como la típica kid-strip durante su primera fase, a partir de 1904, cuando transcurría en el este norteamericano y el diminuto Jimmy reincidía en el incumplimiento de sus cometidos hogareños al quedar absorto ante el espectáculo cotidiano o al absorberse en él…», nos dice Javier Coma en «La historia de los cómics» de Toutain. Más adelante, indica: «…trasladó paisajes y figurantes al Oeste, convirtiéndose la serie (donde colaboró anónimanente Doc Winner) en un peculiar western doméstico, ensombrecido por la caída del genuino encanto ecológico frente a los avances de negativas facetas de la civilización. Swinnerton cuidó también de rodear al protagonista con su tradicional especialización en la fauna…»

Efectivamente, Swinnerton empezó como un dibujante encantador que desarrollaba en sus historietas simpáticas bromas y payasadas. Es uno de los pioneros del cómic con su Mr. Jack (1898). Padece de tuberculosis, y cuando un doctor le pronostica tan sólo unas semanas de vida, su jefe, William Randolph Hearst, que le apreciaba especialmente, le traslada en busca de un clima más seco y favorable para su salud. «Me olvidé de morir», llegó a decir. Al cabo de un tiempo, influído por el paisaje de Arizona, su obra se vuelve más espiritual y lírica, integrando el desierto y el suroeste americano en sus viñetas.

Paul Gravett explica que «las tiras cómicas de Little Jommy se ambientaban entre los cañones y las puestas de sol del desierto, y el color adicional intensificó los instintos pictóricos de Swinnerton».

Sentía una gran simpatía por las diversas culturas indígenas americanas que conoció de primera mano. Prueba de ello será Somoli, un pequeño navajo que participará como personaje secundario de la serie.

Como curiosidad, hay que destacar una característica muy reconocible de Swinnerton: entrecomilla el contenido de los bocadillos.

Primera serie de planchas dominicales14/02/1904-1937
Tiras diarias24/07/1937-??/??/1937
Segunda serie de planchas dominicales12/04/1938-??/??/1941
Tercera serie de planchas dominicales04/11/1945 -27/04/1958
Ficha de publicación de la serie

Poder leer a Little Jimmy hoy en día es francamente difícil. La siguiente ilustración, seguramente la más conocida de la serie, procede del clásico libro de Bill Blackbeard y Martin Williams, The Smithsonian Collection of Newspaper Comics, pero pertenece a la primera etapa (1915).

En un libro más reciente, King of the Comics. 100 years of King Features, editado por Dean Mullaney, pueden encontrarse más planchas, pero no corresponden a la época o temática que nos ocupa.

En castellano, por consiguiente, la lectura resulta imposible del todo. Little Jimmy fue bautizado en 1912 como Pepito el desmemoriado en el diario madrileño Los sucesos.

Afortunadamente, Internet nos permite hacernos una idea de la serie, aunque sea aproximada. He incluído a continuación hay una selección de planchas relacionadas con el Oeste.

Antecedentes de los cómics del Oeste (I): Lariat Pete

Según Javier Coma, el primer precedente de los westerns en la prensa norteamericana fue Lariat Pete, de John Campbell Cory, serie que se inició el 30 de diciembre de 1900, siendo abandonada por su creador en 1902. Este último dato me resulta bastante dudoso, ya que existen fuentes que indican que el autor fue llamado por la fiebre del oro en 1901, trasladándose de Nueva York a Montana.

Lambiek indica que la serie sería continuada por Daniel McCarthy, pero me ha sido imposible encontrar mas datos al respecto por ningún sitio.

Seguramente, Lariat Pete se recuerda porque George Herriman se haría cargo de la historia brevemente, entre el 6 de septiembre y el 15 de noviembre de 1902. En sus viñetas puede observarse la presencia de una gata con lazo, indudablemente antecesora de Krazy Kat, la futura habitante del desierto de Coconino.

Lo cierto es que, salvo porque el personaje dispara y usa el lazo (que por algo sirve de nombre al personaje), poco western parece.

En el mundo del cine se plantea frecuentemente la discusión acerca de si el primer western fue la famosa cinta The Great Train Robbery, dirigida por Edwin S. Porter y que, sin duda, es la primera película de acción de la historia. Otras fuentes -como IMDB, se inclinan por Kit Carson, de Wallace McCutcheon, estrenada el 21 de septiembre de 1903.

En mi opinión, independientemente de las fechas, tiene razón los segundos. El western es en esencia, mitología, a pesar de su aparente verosimilitud. La película de Porter carece de esas características.

Lo mismo le sucede a Lariat Pete. Lleva un sombrero y botas vaqueras, pero no hay mitología que se desprenda. de sus viñetas.

La imagenes recogidas a continuación pertenecen a la etapa de Herriman. Las he obtenido de la San Francisco Academy Comic Art Collection y las he incluído aquí porque son de dominio público.

Habrá que esperar todavía algunos años para encontrar auténticos westerns en las tiras de prensa.

Clásicos del cómic: Western americano

Hace unos días se comentaba en el foro de la BD el hecho de que, curiosamente, las mejores obras de este género eran europeas y se citaban multitud de obras a título de ejemplo, tanto del mercado francófono, como de origen italiano o español, aunque existen algunos otros buenos ejemplos en otros países del viejo continente. Ciertamente, no son los únicos casos (y estoy pensando concretamente en el Sargento Kirk de Oesterheld y Pratt, de origen argentino).

A partir de este tema se pude llegar a una conclusión ciertamente sorprendente. El acceso a las grandes series del western americano es una tarea sumamente difícil, por no decir prácticamente imposible. Ya no es una cuestión de comparación, es que en estas condiciones resulta totalmente imposible realizar dicha comparación. Y no me refiero al acceso a estas obras en castellano: ¡es que la mayor parte de ellas tampoco están accesibles en inglés!.

Es por esto que he creído necesario el rescatarlas de alguna manera. Al menos, me gustaría dejar constancia de su existencia y de paso, rescatar también, aunque sólo sea superficialmente, los nombres de sus creadores.

Siempre que me sea posible, trataré de presentar fotografías de mi colección personal. Cuando este no sea el caso, las sacaré de Internet, siempre citando su procedencia. Espero ser capaz de mantener un ritmo de publicación razonable: la periodicidad semanal me parece adecuada por ahora. Bien es verdad que irá en función del interés que despierten estos artículos.

Antes de comenzar por las llamadas series «fundacionales» del género la semana que viene, cierro esta breve introducción con una ilustración de Stan Lynde que viene muy a cuento. La realizó para la revista Cartoonist Profile cuando su serie Látigo quedó como único representante del western en las tiras de prensa norteamericana en 1981.

En ella se puede ver a su personaje observando las tumbas de las series más conocidas del género. Dos años más tarde, Látigo se uniría al resto.

Esta ilustración está sacada del libro Fred Harman. Comics y western, de Jordi Buxade (Toutain Editor, 1982), que todavía puede encontrarse de segunda mano, a un precio razonable y barato. En él se incluye el artículo de Javier Coma Los western comics moribundos en sus propios pastos, donde hace un repaso de las series más importantes. Este libro ofrece una oportunidad excelente de acercarse a Fred Harman y al género en su conjunto. Por cierto, el artículo comienza con la misma reflexión con la que empieza este artículo.

Nos vemos en unos días con la primera serie: Lariat Pete.

La guerra de los mundos

De nuevo, una inquietante amenaza se cierne sobre la humanidad. Los extraterrestres no nos lo van a poder nada fácil. Esta vez ni siquiera las bacterias acudirán en nuestra ayuda.

Producida por la FOX y Canal +, consigue mantener un mínimo de interés, al menos, así ha sido durante la primera temporada (ya veremos si resiste la segunda). Cuenta con la siempre interesante presencia de Gabriel Byrne (¡como pasa el tiempo!). No mata, pero entretiene. Ese podía ser el resumen.

Don Bosco

Los tebeos con las vidas de santos son cosa de otra época, no cabe duda. Resulta bastante extraño que asomen la cabeza hoy en día. Hace un par de años se publicó el álbum Vincent, un santo en la época de los mosqueteros, de Dufaux y Jamar (si pincháis el enlace podréis leer la reseña que hice de él en Comicverso). No tiene nada que ver con este-

El que resalto hoy tiene un carácter totalmente distinto. Su interés reside fundamentalmente en que es una de las obras más relevantes de Joseph Gillian, alias Jijé. Si ya resulta realmente sorprendente encontrarse con una obra así, todavía resulta más extraño que se haya publicado en castellano. Lo hace Eugéne Caillou, una pequeña editorial francesa dedicada a la difusión de la obra del maestro belga.

No es una buena edición, pero sí que es una edición entrañable. La traducción no es muy buena, y contiene notorios errores, pero corre a cargo de Romain Gillain, nieto del autor, por lo que resulta algo sorprendente que no se hayan subsanado, ya que el español es su lengua materna. La rotulación mecánica también lastra su interés.

En cualquier caso, Don Bosco ha obrado un nuevo prodigio: su lectura ha conseguido retrotraerme de nuevo a mi infancia, otra época totalmente distinta a la actual, poblada de inocentes estampitas, donde existían la fe en los milagros, los hombres de buenas intenciones, Dios premiaba a los buenos y los malos cambiaban de actitud tan sólo oyendo buenas palabras.

Me he sorprendido a mí mismo: aunque sólo fuese por unos instantes, he conseguido echar de menos la inocencia de aquellos días, sólo protegida por la inexperiencia y la candidez que tienen los niños. Sí, todo eran cuentos repletos de moralina, bastante bobos e ingenuos. En mi caso, la mayor parte de las veces nos los contaban ogros; otras, meros papagayos. También estoy seguro de que no fue así todas las veces.

La burbuja de cristal no estalló, se fue resquebrajando poco a poco por la presión, hasta que resultó destruída. He encontrado un trozo de ella entre los escombros y a la vez que me ha dolido, también me ha resultado reconfortante.

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